Hice un parate ayer a la noche y me dí cuenta de que que es muy posible que deba cambiarle el título al blog, porque no estoy haciendo las cosas nada bien. Ayer, desde la tarde, estuve haciendo cagadas, y no es por la abstinencia del gordo que hace meses que no prueba una galletita: vengo mechando harinas en la dieta todo el tiempo. No estoy engordando, es verdad, pero dejé de bajar, y es desmoralizante sobre todo el hecho de haber hecho una especie de decreto de necesidad y urgencia a todo el mundo, publicando en primera plana que estoy haciendo la dieta de Ravenna cuando en realidad la estoy cagando día por medio. Y a pesar de que dejé las harinas, el azúcar, las gaseosas con azúcar (aunque tomaba un vaso pedorro por día), la balanza se me caga de risa. Tema pendiente aun el deporte activo, tema pendiente aun la configuración de mi propio negocio, tema pendiente y van........
De todas formas, me doy cuenta de la absoluta inmediatez con la que quiero que sucedan las cosas, y ya se que me pongo insoportable. Sobre todo si no colaboro para que las cosas sucedan. Un día estoy positiva, y creo que soy la reina del mundo, como diría Homero arriba de un skate a punto de estrellarse contra la montaña. Otro día soy la peor del mundo, buena para nada. Demasiado multipolar podría decir.
En los momentos en los que la cago, pienso, porqué mierda me tocó ser gorda? No podría ser anoréxica, o cleptómana, o más loca de lo que soy? Y ahí, justo en ese instante vuelvo a pensar y digo: que boluda por Dios. Esto es una enfermedad, pero se puede curar o controlar. Esto depende de mí. Esto es por mí.
Como puede ser entonces que me gane un puñado de galletitas jugándose en ésto tantas cosas? La mente a veces actúa como un caracol, con un millón de vueltas y la respuesta está siempre en el lugar más escondido, donde ya ni siquiera se escucha ese sonido a mar tan relajante. La respuesta está en mí, como carajos puede ser tan difícil encontrarla?
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